Ejercitar la poesía
Sin nada que escribir, me dispongo a cumplir con el cometido de ejercitar la poesía.
Ya está. Ejercitada. Con el final de esta frase me doy por satisfecha, como si una pértiga me hubiera elevado tres metros del suelo, por no temer a la exageración. Por no temer, escribí un día: «Cambiar los miedo por los puedo», y he de decir que la frase caló en mí casi a la vez que la vida.